Hace unos días aparecía un panfleto de lo que se ha dado en llamar cgt, posicionándose en ese conflicto que tiene visos de arrasar a miles de familias en la Bahía de Cádiz, desatado por la norteamericana DELPHI. En ese panfleto se hace un análisis del conflicto que, como tantos otros productos de cgt, sigue moviéndose en unas coordenadas ideológicas muy próximas, vecinas y prácticamente idénticas a las que podríamos rastrear en cualquier otro sindicato de izquierdas... y nacionalista. Lo curioso del panfleto es el detalle aquel por el que hace un un llamamiento a los/as trabajadores/as en conflicto para que recuperen "el espíritu libertario de Fermín Salvoechea" para, a continuación, proponer como solución al conflicto de la norteamericana DELPHI la nacionalización de la empresa (algo que, según los/as hacedores del panfleto, debe estar muy en consonancia, precisamente, con ese espíritu de Salvoechea). Más tarde, el panfleto hace una cierta alusión a la "autogestión", pero con tan poca convicción, con tanto miedo y tanta reserva que, en boca de cgt, la palabra de puro desleída queda simplemente ridiculizada en el espíritu de la cosa panfletaria.
Estas cosas, que, entre otros/as, se cuaja cgt, parecen dictar formas de hacer y de decir muy contemporáneas y, al mismo tiempo, un tanto desalentadoras, ya que esto tiene visos de tratarse de una loca carrera para ver quién está mejor y más capacitado para prostituir esa cosa incómoda que se llama realidad, para ver quién vende mejor la moto y para, en fin, seguir viviendo a costa de mi otro y de mi otra sin más conflicto ni más complejidades.
Ese uso de dudosa calidad moral de la palabra se encuentra por doquiera se mire, pero, sobre todo y como es menester, en los actuales medios de formación de opinión o de masas -que tanto da-. Siguiendo con los ejemplos sólo hay que echar un vistazo a las declaraciones de este o aquel político en mitad de ese "había una vez un circo" que es el preámbulo a las Municipales -porque el postfacio ya es pura oligofrenia-. Quien más y quien menos de tales políticos/as tiene mierda hasta las cejas, pero aun así la temeridad que procura la impunidad es tan sumamente resuelta que no son capaces de oler el hedor que transportan. Y lo que es más curioso, esta democracia de Mercado en su sentido único y unívoco no cesa de premiar precisamente a todo esa pléyade de pringaos/as y mercenarios/as merced a esas consignas y preceptos que esos/as mismos/as se han currado y han institucionalizado durante años, en tanto, con total resolución, barrían -o integraban-todo lo demás, todo lo que estorbara, todo lo que pudiera poner en duda su poder de crear mitologías: Política, Constitución, Urbanismo, Desarrollo, Mercado Laboral,... Y demás zarandajas que siguen alimentando los suburbios de sus apestosas conciencias.
Lo llamativo de todo ello es el hecho de que siguen y seguirán estando ahí, a pesar de su lenguaje vidrioso, sus mercadeos, su autocrático cinismo y las corruptelas propias de un estado fallido y esencialmente clientelista, haciendo gala de una habilidad -o séase repartiéndose unas jugosísimas migajas y acobardando al mismo dios- sin par para convertir a la "ciudadanía" -antes "pueblo"- tan solo en una mísera palabra, en una coartada perfecta, para dar continuidad a ese mundo celestial en el que residen con sus juraos/as, sus chalets y sus adosados. Definitivamente, el uso que hacen de la palabra, de los sentimientos también y también de las emociones es completamente equiparable al que tiranos de todo corte y todo tiempo han venido haciendo desde que los excedentes, cosechados con la fatiga y el sudor de otras frentes, les habilitó para el uso mísero y fraudulento de la palabra, transformada luego en poder y dominio, en miedo, en Iglesia incluso y en Política al fin.
Y volviendo al tema de DELPHI, no hay duda de que la solución al conflicto hubiera pasado necesariamente por la autogestión de la empresa y no por esa posible solución, con visos de caducidad, que supone que los/as trabajadores/as sean absorbidos por otras empresas, ya que para esos/as trabajadores/as ello no se va a traducir sino en pan para hoy y hambre y exclusión para los/as que vengan mañana, contratos miserables y fragmentación de un pedazo colectivo, ya casi sancionados hoy. Y este paso parece prácticamente inevitable, pues no podía ser otro el camino propuesto desde un principio por políticos/as-políticos/as y políticos/as-sindicales, así como por la contumacia y el pirateo que tanto caracterizan a cualquier multinacional. Por tanto, no ha sido ninguna sorpresa que, finalmente, quiera adoptarse la peor de las soluciones, teniendo en cuenta que lo único que no se va a desmontar van a ser, precisamente, las prebendas y beneficios de los/as sindicalistas de oficio presentes en el comité de empresa de la antigua DELPHI ni el palique aderezado con sueldazos de esos/as políticos/as de medio pelo que con sus babas dan contenido a eso que se denomina -con más pompa cada vez, con más sentido de apropiación y de cortijo- junta de andalucía, parlamento o alcaldías. El clientelismo, esa cosa que aprovecha a cuatro en detrimento de muchos/as y que, al cabo, es la piedra filosofal de toda forma de hacer Economía y Política, tampoco. Como tampoco todas las mentiras, las falacias y los absurdos "de palacio" de que están siendo objeto los/as trabajadores/as de DELPHI, alrededor de los/as cuales ya planean, entre otros, los buitres de la Formación (entiéndase FPO/FPC), con sus cursos y cursillos de redención y olvido, que, como siempre, hincharán a las gestorías sindicales y a más de un/a espabilado/a de esos/as de la cortijera Junta: pues si un día algún dios de esos convirtió la palabra en carne, los dioses de ahora la transforman en carroña y, encima,...les engorda.
En fin, es cierto que no son tiempos para la lírica y que a esos/as trabajadores/as no se les puede pedir lo prácticamente imposible en estos momentos de necesidades perentorias, de propaganda y de hipotecas que torturan. Pero sí es verdad que hemos de estar ahí, al lado, haciendo lo que podamos y reconociendo que, cuando se fastidia y se humilla a unos/as pocos/as, nos están fastidiando seriamente a todos/as y que conceptos como complejidad o difícil no son, a la postre, más que anzuelos con los que seguir pescándonos para luego colgarnos bajo ese sol turbio de la precariedad y el desempleo.
Cristóbal