viernes, 18 de enero de 2008

Morir en el tajo



En accidentes laborales, seguimos a la cabeza de la Unión Europea. Son la causa de que 1.104 personas en los 11 primeros meses de 2007 se fueran por la mañana de sus casas y no volvieran. Las cifras no impresionan tanto como las del tráfico y sus historias parecen tener menos dramatismo que las de las mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas. Pero son más de tres muertes diarias en sectores como el de servicios, construcción, industria y agrario.

La primera quincena de 2008 se ha cebado con los marineros. Ya van siete muertos y cinco desaparecidos. Todo el mundo sabe que es difícil desaparecer en el mar y volver vivo. Uno de ellos no sale en las estadísticas por no ser profesional. Era un joven percebeiro que trabajaba en la costa de Ferrol y se lo llevó una ola. El más reciente, hace tres días. Un mecánico de Sitges, cuyo brazo se quedó enganchado en la maquinaria que iza las redes.

En el sector de la construcción, el descaro a la hora de subcontratar dificulta las ya escasas inspecciones. Muchas veces faltan medidas de seguridad, pero en otros casos es el que se juega la vida el que no se pone el casco por el calor o la incomodidad. Y es que hay sectores en el que la muerte se considera un gaje del oficio. Se interioriza como un riesgo más. Los mensajeros, los que tienen que entregar su pizza caliente para cobrar, camioneros ...


El peligro del andamio.

Siempre cambiando de contrato, de centro de trabajo, de función, de empresa, de turno... Los obreros de la construcción, víctimas de uno de cada tres accidentes laborales que se registra en España, están curados de espanto.

Sus jefes ya no están en las grandes constructoras. Éstas prefieren contar con empleados de cuello blanco y subcontratar a empresas que se responsabilicen de los de mono azul. Es ahí, en las subcontratas, donde muchas veces empieza la chapuza: temporalidad, condiciones extremas de trabajo, insuficientes medidas de seguridad, falta de especialización...

Cuando coinciden estas circunstancias se multiplican las caídas desde andamios y ascensores (que suponen el 45% de los siniestros mortales del sector), aumentan los enterramientos en zanjas, los golpes y los atropellos con maquinaria.

Los profesionales de la construcción son los más castigados: sufren el 33% de los accidentes. Sólo entre los meses de enero y noviembre del pasado año, 273.173 operarios se vieron en esta situación, 2.859 de ellos sufrieron heridas graves y 266 fallecieron.

Prisas electoralistas

En los accidentes, además de las condiciones laborales de los trabajadores y las medidas de seguridad, a veces influyen otros factores. La ansiedad de los políticos por cortar cintas en períodos preelectorales tiene como primera consecuencia la imposición por parte de las empresas de largos turnos de trabajo y ritmos acelerados. Todo ello aumenta el riesgo.
Hace dos años, un experto en “triquiñuelas” contrató a Carlos. Nunca le hizo indefinido. Él siempre trabajó a destajo. “Se las sabía todas”, asegura este ecuatoriano especializado en cimentar bordillos.

El 24 de septiembre estaba nivelando una zanja de 2,20 metros sin seguridad cuando quedó sepultado. El 90% de los trabajadores que quedan atrapados no vive para contarlo. A él le desenterraron con con una excavadora, pero su mano derecha quedó malherida.

El jefe de Carlos se puso nervioso y le presionó para no contar la verdad. “Al llegar a la mutua, no se separó de mí. Me diagnosticaron una fractura y les tuve que contar que un terrón me cayó encima. Después, él mintió al seguro: ocultó que me quedé enterrado en una zanja”.

A principios de año, su jefe le llamó para pagarle los atrasos, pero cuando se vieron le pidió que firmara su baja voluntaria. Así se ahorraría la Seguridad Social. “Dijo que no tendría problemas con el dinero de la mutua y firmé, pero todo resultó ser una mentira”, denuncia.